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Polinucleotidos: Los poetas del colágeno en la nueva lírica de la medicina estética

Hubo un tiempo —no tan lejano— en que el único remedio contra las arrugas era el resignado paso del tiempo y, con suerte, un sombrero de ala ancha. Hoy, en cambio, vivimos en la era del bisturí sin bisturí, donde el rejuvenecimiento se escribe en minúsculas moléculas y el nuevo diccionario de la belleza incluye palabras como ácido hialurónico, toxina botulínica… y, ahora, polinucleótidos. Un término que suena a jeroglífico bioquímico, pero que es, curiosamente, una promesa estética con alma de poeta molecular.




¿Qué demonios son los polinucleótidos?




Estructura Polinucleotidos

Digámoslo así: si nuestro cuerpo fuera un libro, los polinucleótidos serían los editores encargados de corregir errores, restaurar páginas envejecidas y reescribir capítulos con más vitalidad. Se trata de fragmentos de ADN o ARN —esas cadenas mágicas que codifican la vida—, aplicados no como información genética, sino como herramientas regenerativas. Una paradoja hermosa: usamos el lenguaje de la célula no para cambiar lo que somos, sino para recordarle lo que una vez fue.


Su función principal en medicina estética no es rellenar, como lo haría, por ejemplo, el ácido hialurónico, sino estimular: invitan al fibroblasto —esa célula diligente y olvidada— a producir colágeno, elastina y ácido hialurónico propio. Es decir, no maquillan el deterioro, lo resucitan.


De salmones y semblantes


Aquí entra uno de los giros más deliciosamente irónicos de la medicina contemporánea: muchos de los polinucleótidos utilizados en tratamientos estéticos provienen del esperma de salmón. Sí, leíste bien. La especie que nada contra corriente para perpetuar su linaje ahora presta su esencia para combatir nuestras patas de gallo. Es difícil imaginar una metáfora más potente del sacrificio biológico al servicio del narcisismo humano.


La razón detrás de esta extraña alianza no es poética, sino científica: los polinucleótidos de origen marino tienen una alta pureza, son biocompatibles y generan una potente respuesta regenerativa en la piel humana. Que algo tan básico como un fragmento de ADN de pez pueda desencadenar una cascada de belleza humana dice tanto sobre la biología como sobre la ironía de nuestras prioridades evolutivas.



Belleza que no se nota, pero se siente


A diferencia de otros tratamientos estéticos, los polinucleótidos no prometen milagros inmediatos ni transformaciones espectaculares. No hinchan ni paralizan, no esculpen ni disimulan: reeducan. Son como un maestro de escuela antigua que, con paciencia y firmeza, devuelve la disciplina a una dermis desorientada por años de estrés, sol y crema barata.


Y es ahí donde reside su revolución silenciosa. En un mundo saturado de rostros inflados por el ansia de juventud instantánea, los polinucleótidos ofrecen una ruta más lenta, más íntima, más auténtica hacia la regeneración. No rejuvenecen como un filtro de Instagram; lo hacen como una siesta bien dormida o una carta escrita a mano. Con profundidad.


Reneracion

El futuro de la piel no está en el bisturí


Que el nuevo camino de la estética pase por lo molecular —y no por lo quirúrgico— es una antítesis fascinante. Mientras el siglo XX soñó con tecnologías invasivas, el siglo XXI parece apostar por el susurro bioquímico. Ya no se trata de luchar contra el tiempo como un enemigo, sino de recordarle a nuestras células cómo era vivir en paz con él.

Los polinucleótidos encarnan esta filosofía. Son lentos, naturales, regenerativos. Y aunque aún están lejos de ser la panacea (la ciencia tiene menos certezas que promesas), su auge representa una tendencia: la belleza como restauración, no como alteración. Un regreso al origen en lugar de una fuga hacia lo artificial.


Así, mientras millones de personas buscan en TikTok el próximo truco de belleza exprés, los polinucleótidos actúan en silencio, molécula a molécula, como poetas invisibles del colágeno. Y quizás ahí radique su mayor virtud: embellecen sin gritar, como una metáfora bien escrita o una arruga bien vivida.


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DRA. RUTH DE SAJA ALONSO / DE SAJA MEDICINA ESTÉTICA

Licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de La Laguna, Tenerife. Col.-4425  SC de Tenerife

Centro acreditado con el Número 7686 en el Registro de Centros, Servicios y Establecimientos Sanitarios del Servicio Canario de la Salud

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